Se había ido. Le seguí, adentrándome en el corazón del bosque, con las piernas temblorosas, ignorando el hecho de que era un sinsentido. El rastro de su paso había desaparecido ipso facto. No había huellas y las hojas estaban en calma otra vez, pero seguí caminando sin pensar en nada. No podía hacer otra cosa. Debía mantenerme en movimiento, porque si dejaba de buscarle, todo habría acabado. El amor, la vida, su sentido... todo se habría terminado. Caminé caminé. Perdí la noción del tiempo mientras me abría paso lentamente por la espesa maleza. Debieron de transcurrir horas, pero para mi eran segundos. Era como si el tiempo se hubiera detenido, porque el bosque me parecía el mismo sin importar cuan lejos fuera (...) Al final tropecé con algo (...) Me caí y me quedé allí tendida. Rodé sobre un costado de forma que pudiera respirar y me acurruqué sobre los helechos húmedos. Allí tumbada, tuve la sensación de que el tiempo transcurría más deprisa de lo que podía percibir(...)
(El final - Luna nueva)
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