Cerrada al mundo y a los demás, me siento cada vez más sola, sumergida en una oscuridad voluntaria y estéril que me aplaca la voluntad y los sentidos. Con la muerte de este amor por ti, muere también una parte de mí, algo cuyos contornos no consigo aún perfilar, pero que distinguiré con el tiempo, cuando el alma apaciguada restañe las heridas de este dolor derrotado y pasivo ante tu silencio y tu aparente indiferencia.
Pero es mejor que nunca más se crucen nuestras miradas, es mejor que la palabra adiós sea de verdad esa y no otra. Hemos llegado al final del camino. A partir de aquí, todas las palabras serán inútiles.
Nunca sabré hasta qué punto obras con el corazón o sólo con la cabeza. Hasta que punto te entregas o sólo juegas. Hasta qué punto sientes y actúas o sólo observas. Y precisamente por no haber sabido nunca quién eres, sé que un día conseguiré olvidarte.
Siempre sostuve que las diferencias servirían más para unirnos que para alejarnos, pero ahora sé que no.
Al contrario que tú, no soy, ni nunca seré, espectadora de mi propia vida.
(Nada es Casual)
No hay comentarios:
Publicar un comentario