24 de junio de 2010

Busco acaso un encuentro que me ilumine el día, y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden. Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido, que viene de la noche y va a ninguna parte, así mis pies descienden la cuesta del olvido, fatigados de tanto andar sin encontrarte. Me enfado con las sombras que pueblan los pasillos y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama. Trepo por tu recuerdo como una enredadera que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy esa absurda epidemia que sufren las aceras, si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.

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